MIMISMA

Tan difícil es autodescribirse como tan difícil es esquivar hablar solamente bien de uno mismo.
Que el parecer quede en cada una de las apreciaciones de mis lectores

septiembre 05, 2006


recuerdos
Recuerdos que afloran periódicamente, los que sin propósito alguno sembró mi madre para tenerla presente.
Cada quién configura su memoria como mejor pueda.
Por fortuna, guardo mayoría de recuerdos buenos. Los malos estarán registrados en algún oscuro rincón del inconsciente, Freud dixit.
La infancia es un refugio de los adultos. Y no escapo de la ley, aunque ignoro los motivos.
Hasta los momentos que antes me parecieron terribles, hoy se invisten de ternura. Refuerzan las ganas de seguir existiendo.
Ahora, en este mismo instante, como un ejercicio de asociación libre, se agolpan en desorden y con una velocidad asombrosa, los edificados en compañía de mamá.
Eran los tiempos en que tener a la muñeca Linda Miranda, la que camina y habla, era un privilegio de pocos. El seis de enero de 1953, los Reyes Magos, me la dejaron al lado de los zapatos, en la ventana de mi cuarto.
Marilú tenía casi mi talla, calzaba zapatos blancos, estaba vestida de azul, de vaporoso tul. ( Y mientras escribo, susurro la canción infantil: "Tengo una muñeca vestida de tul, zapatitos blancos y su canesú...La llevé a paseo y se me durmió, la puse en la cama y se me murió... –Bueno, pensándolo bien, qué triste!) En su rostro perfecto, unos inmensos ojos azules se abrían y cerraban según el impulso que le diera. La cabellera castaña se sujetaba en un moño de satén también azul. No tenía ningún mecanismo que la hiciera caminar por sí misma, sino que debía tomarme el trabajo de asirla por sus manitas e inferirle movimientos que por una mecánica especial, hacía que sus piernas se movieran imitando pasos hacia adelante. En la espalda, un grosero aparato redondo, hendido en la loza, repetía monótonamente: Mamá, mamá...
Curiosamente, la mostraba orgullosa a mis amigas, pero, no me movía al conmovedor afecto que supuestamente debía despertarme. Tal vez la tiesura de la loza con la que estaba hecha, su frialdad, el lujo de su ropaje haya influido en ello.
Madre, sin decirme nunca nada al respecto, - en una de esas tardes mágicas de otoño, cuando detenía su trabajo de ama de casa, me sentaba a su lado para contarme cuentos -, comenzó a inventar una historia de la muñeca del amor...
Nos habíamos sentado cerca de su máquina de coser. Más precisamente, ella al frente y yo a su lado en mi silla fabricada por mi abuelo Miguel. Mamá sujetaba entre sus manos una caja vacía de sus polvos de maquillaje, cuyo olor no puedo describir pero que aún persiste en mis imágenes. La cubrió de una tela mullida, le bordó una carita dulce, le pintó mejillas sonrosadas.( La narración que me refería era una versión libre de la creación bíblica de la primera mujer.)
Luego, con retazos de lana de un pullover destejido, le sujetó una cabellera enrulada.
Cortó la forma del cuerpo, y luego de coser por los contornos, lo rellenó con algodón. Y antes de darle la última puntada, metió en el cuerpecito una bolsa pequeña de gasa con un "poupurrí "de flores secas que olían a lavanda y a azahar –"ésta es el alma"- me dijo.
Cada material usado, significaba alguna alabanza por lo creado.
Le confeccionó un vestido con puntillas y ruches en abundancia, y en los pies le colocó un par de zapatitos también hechos por ella...Y me la regaló.
Yo estaba fascinada...Le pusimos un nombre luego de discutirlo entre risas y más explicaciones.
Cuando vinieron mis amiguitas a casa, les presenté a Susana. La miraron apenas y sus ojos codiciosos buscaron a mi Linda Miranda. Tuve entonces, la tarde entera para Susana.
Descubrí que era tierna, amable, se dejaba abrazar y cuando le propinaba mis besos el aroma de los afeites de mamá se metían en mí provocándome la sensación de tenerla su lado: una seguridad franca que hoy aflora con sólo evocarla.
Susana fue la muñeca que me acompañó en mi dormir infantil. Yo la quería entrañablemente, pero nunca me planteé la idea que mamá me transmitía nombrándola como la muñeca del amor...
Muchos años más tarde, entendí los mil y un significados que ella encerraba...
Hoy ya no dudo: mi muñeca de trapo fue el resumen de muchas cosas, sobretodo, del recuerdo de la incondicionalidad del amor maternal.
Cuando ya ni Susana ni mamá están en este mundo, las tengo para siempre, en el alma, emanando aroma a lavanda y a azahares.

12 comentarios:

Clarice Baricco dijo...

Como me encanta como vacias tus letras, yo quisiera que tù escribieras mis recuerdos...esos que no dolieron.

Te abrazo mucho...

Noa- dijo...

Que tiernas tus palabras.
Mi madre también me hizo una muñeca así, la conserve durante muchos años, hasta que un día una primita mucho menor que yo jugando la destrozó.
Fue un día triste, y aún hoy en día muchas veces recuerdo aquella muñeca.

Saludos

Gregorio Luri dijo...

Como sé que visitas mi blog, no hace falta que te diga hasta qué punto me conmueve este post.

இலை Bohemia இலை dijo...

Me ha llegado al alma leerte...un beso !!!

Erika Contreras dijo...

Maravilloso relato, me transportó a mi infancia.Tamién tuve una muñeca de trapo, le decíamos pepona,tenía una piernas larguísimas y un pelo de lna negra trenzada. Yo la quería mucho.
erika

Unknown dijo...

Alli en esa tierra sagrada es donde guardamos todas estas cosas y los seres amados. Si, buen recuerdo, no digo mas, estoy en sintonia. Un abrazo.

CEL dijo...

Laura, estos retazos de tus sentimientos y recuerdos escritos, hacen revivir momentos intensos de nuestra vida. Yo tube mi muñeca que hera hermosa y los mas bello era un vestido hecho por mi mamá , blanco con lazo de terciopelo rojo, todavia la veo y la recuerdo.
Son esos sueños que nos acompañan toda la vida.

Un abrazo.

Beatriz Valenzuela dijo...

precioso.... precioso

Qymera dijo...

El camino de la adultez está pavimentado de recuerdos de la infancia y este recuerdo -el de la muñeca hecha por la madre- puede ser uno de los más significativos en el que se establece un vínculo indeleble entre una madre y su hija: el poder del amor maternal es capaz de perdurar en el tiempo. Hermosa narración, Un abrazo.

kangie dijo...

es cierto la infancia está llena de pasajes crueles que muchas veces no vislumbramos (como la canción que mencionas u otra que decía que ahí venía el tlacuache que se robaba los niños)

Anónimo dijo...

Que bello texto, Dilaca, gracia spor invitarme a leerlo. Todas tenemos una muñeca de trapo guardada entre los tesoros del alma, la muñeca del amor, la representación del amor maternal y de la niñez perdida.

Preciosa de verdad tu muñeca de trapo con aromas a lavanda y azahares.

Besos

Karin dijo...

Que hermoso lo que cuentas. Es increíble lo mucho que influye nuestra infancia en el resto de nuestra vida.
Adoro las muñecas de trapo, hace años atrás compré una máquina de coser para hacer montones, que satisfacción!, creo que eso también me evoca recuerdos lindos.
Un abrazo!