MIMISMA

Tan difícil es autodescribirse como tan difícil es esquivar hablar solamente bien de uno mismo.
Que el parecer quede en cada una de las apreciaciones de mis lectores

febrero 26, 2007

Para ver y reflexionar

No puedo dejar pasar por alto esta nota que apareció en Diario La Nación de Argentina.
La transcribo textual.
En momentos cuando inmigrantes argentinos no la pasan del todo bien en la llamada Madre Patria, bueno parecería que nos dispongamos a ver esta peñícula. Ojalá sirva para reflexionar en muchos aspectos y mejorar, no sólo argentinos y españoles si o en todas partes del mundo.
Aquí la nota:
Historias revividas por un documental
España, commovida por la inmigración en la Argentina en los 50

Mañana se verá por TVE internacional

MADRID.– Un documental español sobre su emigración a nuestro país, que fue realizado por la televisión oficial y que revisa sin anestesia aquella etapa, es fiel testimonio de hasta qué punto se dio vuelta la historia.

“Camino a casa”, una investigación que conmovió a España y que podrá verse mañana en la Argentina, recuerda que hace 50 años los barcos seguían atracando en el puerto de Buenos Aires cargados de inmigrantes españoles, convencidos de pisar la tierra prometida.

“Llegué a Buenos Aires en abril de 1957. Me impresionaron la escuela pública, la sanidad, la libertad, los trenes… La Argentina era el país soñado. ¡Todo funcionaba!”, evoca, por caso, la periodista Mariángeles Fernández.

Hoy, en el giro más espectacular de una sociedad que hace sólo dos generaciones no tenía esperanza, es esa misma España la que recibe una ola imparable de inmigrantes no sólo de América latina y de Africa, sino, en el dato más reciente del fenómeno, también de Asia.

Y, a la inversa, empecinado en el extravío, se estima que de nuestro país emigró no menos de un millón de personas; cifra que supera, por ejemplo, a la población de provincias como San Juan o Santiago del Estero. La estadística oficial dice que no menos de 150.000 argentinos residen hoy legalmente en España, pero en medios oficiales se sabe que son muchos más, aunque su pista se pierde tras la doble nacionalidad en la que quedan registrados como ciudadanos españoles.

No sólo por su signo opuesto una historia parece el reflejo invertido de la otra, sino también por la posición ante el fenómeno: la coincidencia en la Argentina es que su emigración no es, todavía, un dato con estudio pendiente.

España, a la inversa, no se cansa de reflexionar sobre una corriente que apenas acaba de detenerse.

"Más de tres millones de españoles emigraron en el siglo pasado; la tercera parte de ellos, rumbo a la Argentina. Y, de cara a la inmigración que ahora llega a España, es bueno recordar que nosotros también fuimos pobres, emigrantes, clandestinos, ilegales, y tuvimos nuestras propias pateras y nuestras mafias."

Tal fue la reflexión que, ante LA NACION, hizo Adolfo Dufour, director de Camino a casa , la reciente producción documental de la televisión oficial española, en buena parte filmada en la Argentina, que, sin anestesia, revisa aquella etapa.

Es un relato testimonial de quienes vivieron como emigrantes el salto por el cual, de aquella miseria no tan lejana, España pasó a situarse entre las quince primeras economías del mundo. Y no deja indiferente: cada vez que se lo vio en salas, ocurrió lo mismo: un conmovido concierto de pañuelos y llanto estalló antes del aplauso final.

La investigación carga no sólo contra el olvido, sino también contra el desprestigio de ciertos recuerdos. "Cuando en España se habla de emigración, se suele pensar en la Guerra Civil y en el exilio político. Pero lo cierto es que, aunque sea menos elegante, éste es un país que emigró, sobre todo, por hambre", acota Jesús González, director del área documental de la cadena estatal.

"Se iban para comer"

¿Y qué dicen ellos, los protagonistas de la historia? Hay, en los relatos, una mezcla de humor, drama, heroísmo y ternura que, en su autenticidad, no conseguiría ni el mejor guionista.

"La gente se iba a la Argentina por la misma razón por la que otros se iban al Tercio, a la milicia; o sea, para comer. En aquella época, muchos españoles decían que preferían morir de un tiro que de hambre", relata aquella emigrante precoz que fue Mariángeles Fernández Marín. De niña dejó su Castilla natal para subir, junto con sus padres y su hermano, en uno de esos grandes cruceros.

Recuerda que, en el éxodo, su familia subió al barco con 18 baúles en los que se llevamos todo, absolutamente todo. "Y eso incluye los colchones y hasta la pala para la basura. Y aun así, no era mucho", dice. Y era, al fin y al cabo, lo que hacían todos: no dejaban nada atrás. Se iban para no volver.

Su testimonio es el hilo conductor del capítulo referido a la Argentina y reflejo de hasta qué punto la historia se invirtió en poco tiempo: Mariángeles recibe a LA NACION en su casa de Lavapiés, el barrio de la inmigración que hoy llega a esta capital, a la que ella retornó, tras dejar la Argentina en abril de 1982 (ver nota aparte).

"Nos enseñaron a querer a la Argentina antes de conocerla. Era la esperanza. Hoy, soy más argentino que los argentinos", dice, después, un asturiano que llegó mecido por el viento de fortuna y terminó echando ancla como zapatero remendón en un rincón porteño.

Sigue siendo pobre -como es hoy la mitad de los argentinos-, pero su corazón exuda agradecimiento y orgullo por la patria de adopción, y rechaza cualquier idea de volver a la próspera Madre Patria.

Un trabajo bajo el brazo

En blanco y negro, el documental pasa por el puerto de Buenos Aires y el Hotel de Inmigrantes, con capacidad para 4000 personas, que llegó a albergar el doble en su ritmo de tres comidas diarias, médico y oficina de colocaciones. Sus puertas habían cerrado en 1954, tres años antes de esta historia, pero la inmigración seguía llegando.

"La diferencia entre el Hotel de Inmigrantes con que te recibía en Buenos Aires es que de allí salías con un trabajo bajo el brazo, mientras que de los centros de acogida de extranjeros que hoy hay en España te vas con una orden de expulsión", dice protestando, y arranca aplausos de un inmigrante del panel que sigue la proyección del documental en la Casa de América. "Son otros tiempos", añade.

Se ve también el costado tenebroso de la aventura, la miseria que encontraban muchos al llegar al lugar definitivo, más allá del puerto. "La casa que nos prometieron tenía piso de tierra y ramas de árbol en lugar de techo. Quería llorar; estaba desesperada; no quería dormir allí", recuerda quien hoy, a los sesenta años, echó raíces en el campo argentino y ni por broma pensó en dar marcha atrás. En realidad, tampoco tenía cómo.

Y se ve también hasta qué punto puede llegar la explotación del necesitado. "¿Para qué voy a comprar un camión, mientras sigan llegando gallegos que tiren del carro?", dice, de pronto, el dueño de una panadería porteña. Tan español él como el combustible humano en que se convertían quienes iban -como dice otro- "del sótano al trabajo y del trabajo al sótano".

Si no hay cambios, el canal internacional de Televisión Española tiene pautado emitir Camino a casa mañana por la noche. Pasará, entonces, con el sabor del documento, todo aquello que puebla la mente del emigrante y, sobre todo, las dos grandes contradicciones que por siempre poblarán su mundo, a saber: el país que imaginó y que casi nunca es el que encuentra al llegar a destino, y el país que recuerda siempre y que difícilmente vuelva a encontrar en la tierra que dejó atrás, si es que vuelve algún día.

Por Silvia Pisani
Corresponsal en España



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febrero 24, 2007

Y los pájaros?

La ciudad bosteza con ruidos de persianas. Un estornudo se escapa del automóvil trasnochado que subraya una ceja en la esquina próxima a mi casa... (trasnochado entonces. Trasnochado. No podría ser de otra manera. Restos de goma quemada quedarán en el asfalto)...
El tenue ruido de pedales de bicicleta mal aceitados comienza a confundirse con escasos trinos tempranos.
Cada vez son menos las voces de los pájaros. Y aunque estamos en verano- el calor húmedo que agovia es propio del estío, el jacarandá en la vereda que debiera estar exultante de verdor, luce sus ramas peladas como otros árboles las tienen en otoño.



La leyenda del jacarandá
Los pájaros no están y unos insultantes insectos negros, y langostas mimetizadas han devorado la sombra de mi calle.
El desequilibrio ecológico está a la vista. Más próximo cada hora, más aterrador cada minuto. Mas paralizador cada segundo.
¿Dónde van los pájaros que antes anidaron?
¿Dónde enterraré estas hebras de ramas seccionadas?
¿Cómo lucharé contra estos invasores sin envenenar el aire?
¿Cuándo detendremos la inmensa bola cuesta abajo que creciente va fulminando al mundo a su paso?

Canción del Jacarandá